Anónimo. Siglo XVIII
Óleo sobre lienzo. 50 cm. x 40 cm.
Santa Inés en el Museo de Santa Clara de Borja. (Foto: E. Lacleta)
Catalina Favaronne, hermana de Santa
Clara, nació en Asís en torno al año 1197. Entre ambas siempre existió
una estrecha y fraternal relación y era frecuente que Santa Clara rogara a Dios
en sus oraciones que hiciera brotar en el alma de Catalina la vocación a una
vida religiosa. Tan sólo dieciséis días después de que Clara huyera de la casa
paterna para consagrarse a Dios en la Porciúncula de manos de San Francisco,
ésta hizo lo mismo, hecho que provocó en sus familiares importantes episodios
de violencia que trataron por todos los medios de sacarla del claustro. La
posición de Catalina fue inquebrantable y tras tonsurarse tomó el nombre de
Inés.
Según
refiere su hagiografía, pronto comenzó a progresar en el camino de la santidad.
Su penitencia y mortificación despertaron la admiración del resto de sus
hermanas porque ceñía a su cintura un áspero cilicio de crin de caballo y
ayunaba frecuentemente. El episodio de su vida más conocido, y especialmente
importante para su iconografía, es el que refiere que encontrándose en oración,
su hermana Clara contempló como se elevaban del suelo y, suspendida en el aire,
era coronada por un ángel con tres coronas.
El
lienzo expuesto en el Museo sigue con fidelidad lo dicho. La santa aparece
suspendida en el aire, en pleno arrobamiento místico, vestida con el hábito
propio de las clarisas urbanistas pero calzando sandalias. Dirige su mirada
hacia el ángulo superior izquierdo del espectador, donde aparecen las tres
coronas en un rompimiento de gloria. Su mano derecha se sitúa hacia el pecho y
la izquierda aparece extendida. El suave movimiento de los plegados del hábito
ayudan a enfatizar más el estado de éxtasis en el que se encuentra.
Foto E. Lacleta
Frente a ella se figuró una mesa sobre
la que se asienta un crucificado, un cilicio, una disciplina y un libro abierto
en cuyas hojas se indica la identidad de la representada. Todos ellos, en
definitiva, se refieren a la vida de oración y mortificación que vivió Santa
Inés, ejemplo de camino de perfección que la presentan como un modelo a imitar
por las clarisas.
La
obra fue restaurada en el año 2010 merced a una ayuda de la Obra Social de la
Caja de Ahorros de la Inmaculada.
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