MUSEO DE LA COMUNIDAD DE FRANCISCANAS CLARISAS DE BORJA. (ZARAGOZA) ESPAÑA

sábado, 18 de enero de 2014

ANTE LA FIESTA DEL MÁRTIR SAN SEBASTIÁN

Detalle de la imagen procesional de San Sebastián. Siglo XVII

        Mañana darán comienzo los tradicionales festejos que la antiquísima cofradía de San Sebastián organiza anualmente en honor de su patrón y que tienen como centro neurálgico este convento de Santa Clara. Fue en 1687 cuando las clarisas solicitaron la cesión de la ermita de San Sebastián "el Nuevo", sede de la cofradía homónima, para convertirla en su iglesia conventual. Durante el primer trimestre de ese año recabaron las oportunas licencias al capítulo de la colegiata de Santa María, al Consejo y Concejo de la ciudad de Borja y al capítulo de la cofradía de San Sebastián, que fijaron una serie de pactos y condiciones que las religiosas tendrían que cumplir para que ellos procedieran, a su vez, al acto de donación de la ermita.
        De entre los numerosos pactos que se acordaron, el primero de ellos imponía que, perpetuamente, la iglesia estaría dedicada a San Sebastián, al igual que su retablo mayor, y que la cofradía siguiera manteniendo su sede en la misma, condiciones que en todo momento han cumplido las clarisas, y que son la base fundamental que explica el que, en la actualidad, la cofradía siga manteniendo tan importantes vínculos con las religiosas y su iglesia.
Firmas de los padres definidores y sello de la provincia franciscana de Aragón aprobando la cesión a las clarisas de la ermita de San Sebastián. Archivo Histórico del Convento.
        El proceso, como era frecuente en la época, se complicó por las diferencias que se suscitaron entre las partes pero, finalmente, el 23 de mayo de 1690, el definitorio de los franciscanos dio el visto bueno a la cesión. Para entonces ya se habían iniciado las obras de renovación y ampliación de la antigua ermita que corrieron por cuenta del maestro José Barbod que, por diferentes motivos, no las pudo concluir hasta 1692.
Firma de José Barbod en un recibo para el convento.

        En el archivo del convento se custodian numerosos documentos relativos a todo este largo proceso, algunos de los cuales se exhiben en el Museo. Por su parte, en el archivo de música también se conservan numerosas obras que diferentes compositores dedicaron a San Sebastián, destacando entre ellas el Himno encargado por la cofradía al entones organista de la catedral primada de Toledo, el borjano Ángel Chueca, en 1880. 

lunes, 6 de enero de 2014

NIÑO JESÚS DEL CORAZÓN
Talla en madera policromada
1881

        Como ya indicara Emile Mâle, la devoción al Niño Jesús es sumamente antigua. Tanto que un franciscano, el P. Borely, afirmó que desde que tuvo lugar la celebración navideña de Greccio, el amor filial de la Orden hacia esta devoción fue siempre una constante. Sin embargo, aunque a finales del Medioevo ya proliferaban las imágenes exentas del Niño Jesús, no fue hasta el siglo XVII cuando los artistas supieron plasmar realmente la psicología infantil que invitaba a la contemplación del Verbo hecho carne, merced a las nuevas formas de piedad y de la religiosidad barroca que tanto tuvieron en cuenta la realidad humana de Dios.
Niño Jesús del Corazón

        La imagen que presentamos a continuación no forma parte de los fondos permanentes del Museo de Santa Clara, pero puede contemplarse todos los años en el belén conventual los días 5 y 6 de enero, con motivo de la solemnidad de la Epifanía. La talla pertenecía a la religiosa sor Juana Cortés, y fue bendecida en la basílica de la Natividad de Belén, siendo colocada en el mismo lugar donde la tradición señala el nacimiento de Cristo durante todo el tiempo que duró la celebración de una Eucaristía el 16 de octubre de 1881. Así lo acredita el certificado correspondiente y el sello de cera encarnada que pende del cuello del Niño Jesús.

Niño Jesús en el belén conventual

        En torno a otras celebraciones que tienen por protagonista a esta imagen destaca la del inicio del postulantado. La comunidad religiosa se reúne en la puerta reglar del convento para cantar los primeros versos del salmo “Letatus sum” y, al termino del Gloria Patri, se abre la puerta para que el sacerdote imparta la bendición sobre la postulante, momento en el que ésta recibe la imagen de la última postulante, novicia o profesa que hubiera ingresado en el convento mientras el resto de las religiosas cantan la antífona “Veni Sponsa Christi. Antes de terminar la ceremonia, se cierra la puerta reglar y todas las religiosas se dirigen al coro bajo para cantar el Magnificat, terminando el acto con el abrazo fraternal de la postulante al resto de las hermanas.


        Esta tipología de imagen es una de las más recientes en el corpus iconográfico del Niño Jesús. Sentado en una silla bendice con la mano derecha mientras que en la izquierda, cercana a su pecho, porta un corazón.


miércoles, 1 de enero de 2014

NIÑO JESÚS DE CUNA
Anónimo. Madera encarnada y policromada
ca. 1638

Niño Jesús de cuna. (Foto: A. Aguilera)

        Los datos referentes al Niño Jesús de cuna que presentamos no fueron puestos por escrito hasta el año 1736, fecha en la que comenzó a ser redactado el Libro Cabreo, aunque es indudable que recogen una consolidada tradición oral del convento. En base a ella, hacia el año 1638, estando sor Graciosa de Charri desempeñando el oficio de tornera segunda, llegó un peregrino al torno y le preguntó si quería comprar una imagen del Niño Jesús para el Misterio del Nacimiento del Señor. Sor Graciosa cogió la imagen que venía en una cajita sobre unas pajas y marchó al claustro para poder verla mejor. La religiosa quedó tan prendada del Niño que, deseosa de quedarse con él, volvió al torno para preguntar al peregrino cuánto pedía por él, pero el misterioso personaje ya había desaparecido. Afortunadamente, en la actualidad tanto el recipiente como las pajas se han conservado en muy buen estado.
Niño Jesús junto a la parte del Libro Cabreo donde se narra su historia
(Foto: E. Lacleta)


        Durante toda su vida sor Graciosa de Charri se quedó con la pequeña imagen y, al morir ésta, pasó a su sobrina sor María Lázaro. Después se transmitió a otras religiosas hasta que definitivamente se trasladó al retablo de la Virgen del Coro en 1714. Allí se le tributaba una gran veneración, particularmente desde Nochebuena hasta Epifanía, cuando se le tenía en exposición pública para toda la comunidad con muchas luces y muy bien adornado “conforme al misterio de tanto gozo y alegria para las almas religiosas especialmente”.
Caja y pajas sobre las que llegó el Niño Jesús
al torno del convento en 1638. (Foto: A. Aguilera)

        Asimismo, en 1736 era ya tradicional la exposición de la imagen y el canto de una salve en comunidad todos los días veinticinco de cada mes, costumbre que nuevamente se ha visto recuperada por la actual comunidad de clarisas. También se solía sacar al ara del altar cuando se cernían las tormentas “asistiendo las religiosas con sus devotas oraciones” y se le atribuían grandes prodigios, especialmente los relacionados con la curación de las enfermedades de las religiosas.
Caja de madera labrada en su color donde se venera
 la imagen del Niño Jesús desde, al menos, 1736. (Foto: A. Aguilera)

        Sin embargo, uno de los sucesos más extraños que se hace notar en este relato es que, junto a la hermosa caja de madera que en 1736 lo albergaba, y que también se ha preservado a lo largo del tiempo, se conservaban las mismas pajas con las que lo trajo el peregrino como si estuvieran recién cortadas, despidiendo “una fragancia que todos la tienen por celestial pues no ay otro semejante olor en la tierra”, tal y como se muestran todavía en el día de hoy. Por su parte, para fray Juan Orzay, procurador y organista del convento de San Francisco de Borja y redactor de una parte del Libro Cabreo, el Niño Jesús “caussa a todos los que lo ven y tienen en sus manos una ternura y devocion grande, de manera que llega al corazon y passa al alma con afectos de toda veneracion y amor al mismo Dios recien nacido en un  pobre pesebre”.
Detalle del rostro del Niño Jesús. (Foto: E. Lacleta)

        La imagen del Niño Jesús del convento de las clarisas fue, además, la única de toda la ciudad que mereció ser referida en la conocida obra del padre Roque Alberto Faci, cuyo relato sigue en lo fundamental el del Cabreo. Ciertamente, estamos en disposición de afirmar que esta imagen es la de mayor calidad artística de todas las conservadas no sólo en el convento sino en la propia ciudad de Borja. Se trata de una miniatura de madera policromada y encarnada que bien pudo ser realizada hacia 1638, tal y como indica la tradición. El autor da muestras de su extraordinaria pericia con un finísimo y primoroso estudio anatómico, creando este modelo de Niño desnudo recién nacido caracterizado tanto por su naturalismo, agudizado tanto por el pelo rubio postizo perdido casi por completo en la actualidad, como por su sentido dinámico y delicada belleza. Su cabeza es ligeramente redondeada y está inclinada hacia su lado izquierdo, como siendo vencido por el sueño, actitud enfatizada todavía más al tener sus pequeños ojos azules entreabiertos.

        Todavía hoy son numerosos los borjanos que se acercan hasta el convento para solicitar una cinta que haya entrado en contacto con la imagen del Niño Jesús la cual, desde hace sólo unos años, vuelve a ser expuesta a la veneración de los fieles cada 24 de diciembre, durante la tradicional Misa del Gallo.