Anónimo. Madera encarnada y policromada
ca. 1638
Niño Jesús de cuna. (Foto: A. Aguilera)
Los datos referentes al Niño Jesús de cuna que presentamos no fueron puestos por escrito hasta el año 1736, fecha en la que comenzó a ser redactado el Libro Cabreo, aunque es indudable que recogen una consolidada tradición oral del convento. En base a ella, hacia el año 1638, estando sor Graciosa de Charri desempeñando el oficio de tornera segunda, llegó un peregrino al torno y le preguntó si quería comprar una imagen del Niño Jesús para el Misterio del Nacimiento del Señor. Sor Graciosa cogió la imagen que venía en una cajita sobre unas pajas y marchó al claustro para poder verla mejor. La religiosa quedó tan prendada del Niño que, deseosa de quedarse con él, volvió al torno para preguntar al peregrino cuánto pedía por él, pero el misterioso personaje ya había desaparecido. Afortunadamente, en la actualidad tanto el recipiente como las pajas se han conservado en muy buen estado.
Niño Jesús junto a la parte del Libro Cabreo donde se narra su historia
(Foto: E. Lacleta)
Durante toda su vida sor Graciosa de Charri se quedó con la pequeña imagen y, al morir ésta, pasó a su sobrina sor María Lázaro. Después se transmitió a otras religiosas hasta que definitivamente se trasladó al retablo de la Virgen del Coro en 1714. Allí se le tributaba una gran veneración, particularmente desde Nochebuena hasta Epifanía, cuando se le tenía en exposición pública para toda la comunidad con muchas luces y muy bien adornado “conforme al misterio de tanto gozo y alegria para las almas religiosas especialmente”.
Caja y pajas sobre las que llegó el Niño Jesús
al torno del convento en 1638. (Foto: A. Aguilera)
Asimismo, en 1736 era ya tradicional la exposición de la imagen y el canto de una salve en comunidad todos los días veinticinco de cada mes, costumbre que nuevamente se ha visto recuperada por la actual comunidad de clarisas. También se solía sacar al ara del altar cuando se cernían las tormentas “asistiendo las religiosas con sus devotas oraciones” y se le atribuían grandes prodigios, especialmente los relacionados con la curación de las enfermedades de las religiosas.
Caja de madera labrada en su color donde se venera
la imagen del Niño Jesús desde, al menos, 1736. (Foto: A. Aguilera)
Sin embargo, uno de los sucesos más extraños que se hace notar en este relato es que, junto a la hermosa caja de madera que en 1736 lo albergaba, y que también se ha preservado a lo largo del tiempo, se conservaban las mismas pajas con las que lo trajo el peregrino como si estuvieran recién cortadas, despidiendo “una fragancia que todos la tienen por celestial pues no ay otro semejante olor en la tierra”, tal y como se muestran todavía en el día de hoy. Por su parte, para fray Juan Orzay, procurador y organista del convento de San Francisco de Borja y redactor de una parte del Libro Cabreo, el Niño Jesús “caussa a todos los que lo ven y tienen en sus manos una ternura y devocion grande, de manera que llega al corazon y passa al alma con afectos de toda veneracion y amor al mismo Dios recien nacido en un pobre pesebre”.
Detalle del rostro del Niño Jesús. (Foto: E. Lacleta)
La imagen del Niño Jesús del convento de las clarisas fue, además, la única de toda la ciudad que mereció ser referida en la conocida obra del padre Roque Alberto Faci, cuyo relato sigue en lo fundamental el del Cabreo. Ciertamente, estamos en disposición de afirmar que esta imagen es la de mayor calidad artística de todas las conservadas no sólo en el convento sino en la propia ciudad de Borja. Se trata de una miniatura de madera policromada y encarnada que bien pudo ser realizada hacia 1638, tal y como indica la tradición. El autor da muestras de su extraordinaria pericia con un finísimo y primoroso estudio anatómico, creando este modelo de Niño desnudo recién nacido caracterizado tanto por su naturalismo, agudizado tanto por el pelo rubio postizo perdido casi por completo en la actualidad, como por su sentido dinámico y delicada belleza. Su cabeza es ligeramente redondeada y está inclinada hacia su lado izquierdo, como siendo vencido por el sueño, actitud enfatizada todavía más al tener sus pequeños ojos azules entreabiertos.
Todavía hoy son numerosos los borjanos que se acercan hasta el convento para solicitar una cinta que haya entrado en contacto con la imagen del Niño Jesús la cual, desde hace sólo unos años, vuelve a ser expuesta a la veneración de los fieles cada 24 de diciembre, durante la tradicional Misa del Gallo.
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