Por todos es conocida la fama de
las hermanas de vida contemplativa como excelentes cocineras y reposteras. Las
monjas siempre han tenido buenas relaciones con el horno, aunque antes no
vendían sus productos sino que eran utilizados para manifestar el
agradecimiento de la comunidad para con los bienhechores del convento o como
otra fórmula de cortesía. Santa Teresa de Jesús dignificó el papel de las
hermanas cocineras de los claustros y el papa Pío XII, en su carta pastoral Sponsa Christi de 1950, exhortaba a los
conventos a vender productos artesanales.
Parte
del secreto de la fama de la repostería
conventual se encuentra en el uso de materias primas de excelente calidad, muchas de
ellas obtenidas de la propia huerta, y también juega un papel primordial la
elaboración artesanal así como las antiguas recetas que se han conservado por
la tradición oral como "secreto" en los pasillos del convento.
En
el Museo de Santa Clara de Borja pueden adquirirse los productos elaborados
artesanalmente por las hermanas clarisas de Medinaceli, en la provincia de
Soria. Las "pastas castellanas" están elaboradas con azúcar, harina,
aceite, huevos y anís, productos a los que se les añaden romero, tomillo,
laurel y limón en las llamadas "pastas de romero". Las llamadas "almendras de
la abuela", como su propio nombre indica, son almendras con azúcar y una
ligera cobertura de chocolate.
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